Asonante la tristeza
acompañante hoy del humo,
escondido en cantos lánguidos;
libres noches de oscuro albor.
Bellos ojos de esmeralda y vino
ausentes en el público que camina
hacia el silencio de los pianos,
ríos en desespero cual rincón.
Marcas de olvido en cada techo,
cada lágrima en la piel no derramada,
oculta entre páginas y días.
Eterno paso del tranvías que no escuchan...
Calle, fue una dama, tiempo quien calló.
Dulce el marco tras las sillas,
túneles de iris que al clamar...
Esclavos del cielo en do, cayeron.
Cabaret de lanzas que no sangran,
la sonrisa ufana no mordió.
Cantar una armonía en el cansancio,
maravilla del lápiz blanco que durmió.
Fotografía por: Leif Christoph Gottwald
