23 jul 2010

Malabaristas en París


Malabaristas en París

Son las tres, camina la rubia de mirada ausente, lleva su cigarro (curiosamente consumido hasta la mitad).
Poco tiempo y el café de la esquina cerrará sus puertas, para recibirme mañana a las cuatro de la tarde, verme sentar en la misma silla y hablar con cuanta persona también visite este lugar de parsimonias y tiempos lejanos.

Extraño es el silencio de llegar a casa y sentirme a mí mismo junto a la cama desteñida apuntando a la ventana, observando retratos del humo de su mano, lo sombrío de sus ojos, la belleza de su cuerpo, - ¿qué haces? – me pregunto aún sonriendo, escuchando los susurros del vecino conquistando prostitutas.

¡Techo malparido! No me mires mientras duermo, cierra los ojos conmigo, volemos bajo el suelo.

Nuevamente el humo, es el olor de mis anhelos, presuroso a la estación huye de mí, - ¿acaso huyo de ella? –
Laberíntica mañana que despierta tras el cristal, alejando a París en medio de sus juegos, accidentando mentes en esquinas que me son ajenas… Los malabaristas están en pleno.

- Lo de siempre, por favor –
- Lo siento, no es posible. Nuestro establecimiento a partir de hoy cerrará sus puertas indefinidamente –
- ¿Por qué? – pregunto sin importarme la respuesta, igual la rubia pasará en unas horas con su cigarro, quizá apagado. El café estará cerrado, - ¿y yo? –
En la misma esquina un sueño esperando.


3 comentarios:

  1. Gran escritor, gran hombre, gran amigo, nunca me cansare de leer mientras halla personas con talento como vos!!! gracias!

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  2. Gracias por las palabras, aunque me queda la duda del "anónimo" ;)

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